Hacía ya 7 años que Paula trabajaba en el anatómico forense. Aunque vivió un paréntesis de casi 2 años tras el accidente en el que falleció su novio. Las lesiones sufridas y el golpe psicológico la mantuvieron apartada de todo aquello que se acercara a la muerte. Sin embargo, su profesionalidad prevaleció sobre sus emociones. Es cuestión de enfoque. Igual que el soldado que apunta sobre su objetivo, enfoca el alza alineando la mira. Al fondo, el blanco a abatir. Para el tirador no es una persona, tan solo una silueta borrosa sin nombre tras la mira nítida en su retina. Igual enfoca Paula sus “clientes”, varón, 29 años, 85Kg, 190cm, un cuerpo más, desprovisto de vida en su mesa. En una estancia aséptica con paredes de baldosines blancos y suelo de terrazo que al igual que sus inquilinos no transmiten el menor atisbo de ánimo. El olor a casquería se camufla entre el aroma de los distintos químicos de las estanterías y los utilizados para desinfectar la dependencia. La iluminación artificial y la baja temperatura rematan el aspecto inerte del lugar solo animado por el “Don´t you want me baby” de La Liga Humana que sonaban incansables en los auriculares de Paula.
No es que Paula sea una persona frívola, no siempre se pone música para trabajar. Solo lo hace en las ocasiones que trabaja sobre un cadáver de varón joven. Antes del accidente nunca escuchaba nada que no fuera el choque de los instrumentos manchados de sangre sobre la bandeja. Una vez se hubo incorporado de nuevo a su puesto de trabajo tras el accidente, cuando atendió el primer cadáver de un varón joven, fallecido en accidente de tráfico, un susurro como una leve brisa acarició su oído.
Paula, Paula. – Escuchaba nítidamente como las vocales de su nombre se arrastraban suavemente. Miró sobresaltada a su espalda. Nadie. Buscó con mirada nerviosa alrededor. Nadie. Optó por la explicación más lógica y aséptica posible. El recuerdo de su novio hizo que el subconsciente la jugara una mala pasada.
Continuó con su trabajo. Procedió a realizar la incisión en el pecho del cadáver, la piel se abría al paso del bisturí como el mar lo hace al paso de la quilla de un barco para finalizar el típico corte en “Y” en el pecho del joven hierático en su mesa. – Pauuulaaa… Pauulaaa. – Volvió a escuchar mientras un escalofrío recorrió su espalda. Esta vez no se volvió. Lo Escuchó claramente. Enfocó una vez más su tarea, no es más que otro cadáver, saco de su bolso los Air Pods y en su lista de reproducción seleccionó reproducir en bucle “Don´t you want me baby». Esta era la misma canción que sonaba en el reproductor de su coche en el momento que lo estrelló contra un árbol, cuando su novio en el asiento de copiloto le dijo que ya no la quería.
La idea era, como en tragedia Shakesperiana, que los dos amantes murieran en un lamentable accidente. Solo que ella en este caso sobrevivió.
Qué le vamos a hacer. – Pensó – Al fin y al cabo, seguir con su vida solo era cuestión de enfoque.
Tic-Tac, Tic-Tac. Transcurren los segundos con monótona precisión. Tic-Tac, Tic-Tac. Marcan las horas una detrás de otra y vuelta a empezar. Al fin y al cabo, un reloj es un reloj. Y con la misma monotonía que caen los segundos, caen las horas, los días, los meses… Tic- Tac, Tic-Tac. Monótono artilugio el reloj. O quizás no.
Quizás es como un libro. No hay dos iguales. Quiero creer, aunque algunos sean parecidos, cada uno tiene su historia. La que cuentan y la que encierran. La del autor, el impresor o quien lo compró. ¿Quién y por qué? ¿Por qué compró ese y no otro? ¿Por qué lo encuadernaron en piel, tapa dura o blanda? ¿Por qué el autor escogió ese tema en ese momento?
Los relojes son iguales. Todos marcan la hora. Todos tiene su propia historia. Aristocráticos de bolsillo, deportivos cronógrafos, carrillones, despertadores o el cuco de la abuela. Oro y diamantes o plástico. Maderas nobles o acero. Cada uno tiene su historia. De cuerda, automáticos o de pila. Ilustres como el Big-Ben y entrañables como el de la puerta del sol de Madrid que año tas años despide la nochevieja sin rubor ante la atenta mirada de millones de españoles. Arcaicos como los de sol o arena. A La vanguardia de la tecnología como los inteligentes.
Pero que historia encierra cada uno de ellos. Apasionante aventura nos contaría el reloj que acompañó a Hillary el 29 de mayo de 1953 a la cima del Everest.
El momento histórico en que un reloj anónimo inició la operación Overlord marcando la hora H el 6 de junio de 1944.
Relojes que guardan éxitos como el que marcaba el minuto 116 en la final del mundial de futbol de Sudáfrica. ¿Qué habrá sido de ese reloj?
Como un libro abandonado en un cajón, no hay nada más inútil que un reloj que no marque la hora. Pedro siempre pregunta a los vecinos del barrio. – ¿Qué hora es? Es que mi reloj atrasa y no quiero llegar tarde a la partida de dominó en el hogar del jubilado. –
Pedro le tiene cariño al reloj que la empresa regaló por los 50 años de dedicación. Los recuerdos que le trae y una modesta pensión es lo que le queda de entonces. Eso y la traición cuando le metieron en el ERE una semana después.
Marta pasa las horas mirando el carrillón de caoba que Joaquín le regalo cuando contrajeron matrimonio. Durante más de 45 años marcó las horas más importantes de su vida. Recuerda que cuando se puso de parto por primera vez, al pasar por el salón camino de la maternidad, marcaba las 3 de la madrugada.
La hora a la que salieron de casa para ser la madrina en la boda de su segundo hijo. O la hora que puso el doctor en el certificado de defunción de Joaquín.
Hace más de 15 que ya no marca nada porque se paró y hoy nadie fabrica repuestos para un reloj tan vetusto. Sin embargo, ella goza recordando en la esfera del carrillón tantos buenos momentos que sus manecillas marcaron y llorando los malos.
Sí, cada reloj tiene su historia. Y cuando lo miramos vemos la hora, pero lo que realmente nos está diciendo, es que el tiempo pasa. Y que de nosotros depende escribir esa historia. Tic-Tac. Tic-Tac.
-Anda, ve donde la señora Domi y llévala estas cortinas. Quizás le valgan para la ventana de su cocina que es igual de grande que la nuestra
Seguramente esa fuese la última vez que mi madre me mandara ir donde «la Domi». Esa noche dormiríamos en la casa nueva. Mi hermano y yo estábamos impacientes por mudarnos. Éramos la última familia que quedaba por reubicar del “poblado de las casas hechas de noche”. Bueno, nosotros y la señora Domi. Según se fueron mudando los demás vecinos, cada día el poblado era más aburrido. Y los últimos días tediosos, ya que no quedaba ningún chaval de la pandilla con quien jugar.
El poblado se llamaba así porque familias humildes, con escasos recursos se asentaban allí a golpe de construir la casa en una sola noche. Para cuando los municipales se percataban de la presencia de una nueva chabola, ya era tarde para echarlos, pues en la familia siempre solía haber un menor y eso evitaba el desahucio inmediato. Este se podía alargar décadas, ya que se trataba de terrenos baldíos y los propietarios muchas de las veces ni se enteraban, o simplemente el coste de los tramites era muy superior a lo que valían. Para hacerse una idea de lo que se podía prolongar en el tiempo la reclamación, decir que la señora Domi fue la primera en asentarse allí con su marido. Hoy viuda, hace años que vive sola ya que sus hijos hace largo tiempo que no pisan el poblado. Y será la última en salir. Rechazó una nueva vivienda social que le ofreció el ayuntamiento. Cada día que despedíamos a algún vecino al que ya le habían asignado nueva vivienda, ella siempre relataba que pronto vendría alguno de sus hijos para acogerla en su casa.
El realojo comenzó después de muchas manifestaciones, idas y venidas al ayuntamiento. De muchas visitas de diputados autonómicos, incluso de algún candidato a la presidencia del gobierno. En realidad, solo se puso en marcha el plan cuando a causa de la expansión de la burbuja inmobiliaria el precio del suelo edificable superaba con creces el coste del realojo (expropiaciones, subvenciones y mordidas incluidas) y además generaba brutales beneficios a los promotores. Para entonces muchos no conocíamos otro hogar que el poblado. Calles sin siquiera adoquinar, dominadas por el barro cuando llovía. Lluvia que hacía las delicias de los chavales que con barcos de papel jugábamos en las escorrentías. Las mismas escorrentías que en verano odiábamos por fastidiarnos el gol de la victoria por un mal bote del balón.
Una fuente pública abastecía de agua a todo el poblado. Era un monolito de piedra, con un grifo de latón que abría por presión y que solo podían accionar los mayores o “Urtain”. Estaba ubicada en lo más alto del poblado, lindando ya con la civilización. A veces algunos vecinos para llenar barrenos enormes donde lavar la ropa o fregar los cacharros, tiraban mangueras desde el caño para no tener que acarrear con el agua arriba y abajo. Algunos, los más mañosos instalaron en lo alto de las cubiertas un par de bidones metálicos de 200 litros de esos que antes habían contenido aceite para motor. Conectados a una elemental instalación de fontanería abastecía toda la casa. Incluso al inodoro que de inodoro tenía poco ya que era una taza turca.
La casa de la señora Domi era la que mejor acondicionada estaba, ya que como digo fueron los primeros en instalarse allí. Vinieron desde Italia, de la Calabria según escuché una vez a mis padres. De hecho, la señora Domi no se llamaba así. Los chavales creíamos que ese nombre era un apodo por las «enormes domingas» que tenía. Pero en realidad su nombre era Doménica. El marido era un tipo muy reservado. De piel curtida y morena, pelo negro siempre engomado, mirada penetrante con un bigotillo estrecho que le recorría todo el labio. Al principio, se veía que traían pesadas cajas de madera marcadas con una serie de números y letras en pintura negra y cuyo contenido siempre fue un misterio para nosotros. Luego, comenzaron las ausencias cada vez más largas del patriarca. Hasta que un día tras una visita de unos señores trajeados llegados en un coche oscuro, dejamos de ver por el poblado al marido de la señora Domi. Para entonces, hacía tiempo que no vivían en la casa familiar los dos hijos que con ellos llegaron y que entonces según mis padres contaban 13 y 11 años. Apenas tuvimos trato con ellos, al ser mayores se relacionaban poco. Hacían su vida fuera del poblado y apenas cumplida la mayoría de edad desaparecieron. Unos «piezas» según comentaban las habladurías del poblado. Alguna vez, muy de vez en cuando, coincidiendo con los periodos de ausencia del padre, sobre todo una vez que desapareció, se dejaban ver por el poblado para visitar a su madre en maqueados coches de alta gama que hacían las delicias de la chavalería. Aunque el tiempo entre visitas se fue alargando hasta el punto de que no recuerdo cuando fue la última. También dejaron de visitar a la señora Domi los misteriosos hombres de los coches oscuros. Decían los chavales que se trataba de la policía secreta. Aunque a mi me extrañaba que los secreta tuvieran acento italiano. Mis padres tampoco aclararon mucho sobre este tema, pues los mayores omitían cualquier comentario al respecto. Simplemente callaban y cambiaban de tema.
Por fin llegué a casa de la señora Domi, la puerta abierta como siempre. Según entré grite – ¡Señora Domi, Señora Domi! –
Ella solía hacer la vida en el patio trasero, muy fresquito en verano. Al pie de las tapias crecían hermosos rosales de diferentes colores. En el centro, lo que ahora era una gran higuera fue lo primero que plantó su marido en el patio cuando llegaron.
– ¡Señora Domi! – Volví a gritar -Le traigo unas cortinas de parte de mi madre.
Me dirigí al patio y como era de esperar allí estaba. Solo que esta vez la silla de madera de patas torneadas y cáñamo estaba tirada a sus pies. Ella colgaba de la higuera mediante una gruesa soga que rodeaba su cuello. La cabeza ladeada, la lengua fuera de la boca con los ojos que parecían querer abandonar la cara amoratada. Esa cara que, junto con los brazos inertes, los pies suspendidos bajo el faldón negro y sus enormes tetas, que cobraron una apariencia grosera, conformaron un conjunto grotesco.
Después de contemplar la escena durante unos segundos, me encogí de hombros, dejé las cortinas sobre una mesa camilla y volví a la carrera a mi casa, donde mis padres cargaban los últimos enseres en el coche.
– ¿Qué te ha dicho la señora Domi? – preguntó mi madre.
– Nada- Conteste. No fuera que aquella situación fastidiara el traslado en el último momento. Técnicamente no mentí.
-Pobre mujer. Debe ser duro para ella. – Comentó mi padre mientras giraba la llave de arranque del coche.
-Sí. Tenía mala cara. – Concluí. Esta vez, tampoco mentí.
-Intento olvidarme de ti ¿y quieres que crea que me encuentro contigo por casualidad?
-No sé. Tu sabrás Yo solo estaba aquí.
-¿Es que no voy a poder librarme de ti nunca?
-No sé. Solo estoy donde debo estar. ¿Qué culpa tengo yo?
-Ya veo. ¿Por qué no me dejas en paz y me olvidas?
-¿Por qué dices eso? Yo no te hago nada. Simplemente estoy donde debo estar.
-Porque siempre me estas recordando mis putos errores. Siempre me estás recordando cuándo y en que me equivoqué. Don Perfección siempre dejándome en ridículo delante de todos. Recordándome a todas horas lo mediocre que soy.
-¿Perdona? ¿Yo? No. Eres tú el que siempre sacas los temas a colación. Sin venir a cuento. Y no soy Don Perfección ¿Qué culpa tengo yo? De tus ridículos y que pienses que todo el mundo te mira. Que pienses que a todo el mundo le importa lo que haces.
-Quizás tienes razón. Haga lo que haga a nadie le importa. Solo a ti y a mí.
-A mi tampoco te creas que mucho. Solo que siempre estoy por medio.
-¿Ves como me persigues para hacerme la vida imposible?
-Joder que coñazo de tío. Siempre de víctima. De pobrecito. ¿Qué quieres que haga?
-Que me dejes en paz de una puta vez.
-Eso es tu problema. Te repito que yo solo estoy donde debo estar.
-¿No podré librarme nunca de ti?
-Sinceramente, me temo que no. Que eso depende de ti. Y no creo que seas capaz.
-Veras como sí.
-En el mejor de los casos me librarás a mí de ti.
-Te odio. Eres deleznable.
-Tanto como tú.
-Se acabó. Voy a acabar con esta relación de una puñetera vez. No me vas a molestar nunca.
-No creo que te atrevas, ni que seas capaz.
-¿Quieres ver cómo sí?
-Tú mismo. Vas a volver a quedar como un imbécil. Un pobre idiota.
-Me da igual. No volveré a escucharte jamás.
Tras un brusco volantazo, lo último que escucho Juan fue un gran estruendo de chapa retorciéndose y cristales saltando por doquier. Durante unos breves segundos sintió la sangre caliente brotando de su pecho atravesado por un hierro que no alcanzó a identificar. Después oscuridad y silencio. Por fin silencio.
A los madrileños nos han vendido la moto. No piense señorita Ayuso que ha engañado a alguien que no quisiera ser engañado. Nos ha vendido libertinaje por libertad. Después de 26 años del PP deteriorando la enseñanza, pública y privada, sí privada también porque ha primado el catecismo y la segregación sobre conceptos democráticos básicos.
La libertad no es algo que se tiene. La libertad no es hacer lo que nos dé la gana, cuándo nos dé la gana y donde nos dé la gana. La libertad es un derecho. Un ejercicio de responsabilidad y respeto. Que se ejerce desde la seguridad. La seguridad del acceso sin discriminación a la salud, la justicia, la educación y un largo etcétera de derechos del estado del bienestar.
Las escenas de la noche del 8 al 9 de Mayo son responsabilidad únicamente suya y de la política educativa de su partido. Nuestros jóvenes tienen un concepto erróneo de libertad fomentado por el ejercicio irresponsable e interesado de usted y su partido. Nuestros jóvenes no saben ejercer la libertad, ni que su libertad acaba dónde empieza la de los demás y viceversa.
La confusión deliberada de conceptos creada por usted en este caso costará vidas. Y lo peor es que a nuestros jóvenes, instalados en su borrachera de libertinaje, no les importa. Y parece ser que a usted tampoco.
Señorita Rocío Monasterio. Sobre el debate en Telemadrid me resisto a dejar pasar la oportunidad de comentar que, si ustedes piensan que sobran diputados en la asamblea de Madrid y que sienten vergüenza por lo que ha visto allí, quizás sea porque piensa el ladrón que todo el mundo es de su misma condición. Y basándose en su propia experiencia, que ustedes se toquen las gónadas a dos manos en su labor parlamentaria, no quiere decir que los demás lo hagan. Quizás les tiene muy ocupados legalizar estudios de arquitectura y obras sin licencia o sin firmas autorizadas. No sé. Quizás escupir consignas fascistas, racistas, homófobas, supremacistas, y otras finas hierbas de la cosecha maniquea de la cofradía del pensamiento único, supongan un esfuerzo para sus raquíticas neuronas dignas de cualquier organismo unicelular. (Lo sé, los organismos unicelulares no tienen neuronas. Por eso)
Pero, su partido genera excremento político a tal velocidad, que la USS Discovery (Universo Star Trek) con su motor de esporas parece un triciclo. Así que les quede bien claro, aunque en su España solo caben los que piensan como ustedes. Yo no me largo. Ni me voy. Ni cerrare la puerta. Y los cartuchos en sobres, las amenazas, bravuconadas, las exhibiciones de dudoso honor fascistoide me las paso por el arco del triunfo. No voy a renunciar a la España plural y democrática en la que creo. Por ello el día 4 votaré por Madrid, solidario, multirracial, progresista, sostenible, social, innovador, justo, igualitario, trabajador. Por sus servicios públicos. Por nuestros sanitarios, educadores, policías, bomberos, guardias civiles, militares. Por los trabajadores de servicios de transporte, limpieza, comercio, y un larguísimo etcétera. Por nuestros mayores, los de las residencias o los que tenemos en casa, por los cuidadores, por los fallecidos por el COVID19. Por las mujeres que sufren maltrato o trata, por la infancia, por los migrantes y por los sintecho o viven en chabolas. Por los que no tienen empleo, por los que tienen en precario. Por los emprendedores que tan mal lo están pasando. El mejor homenaje no es pasearles una bandera ni aplaudirles. El mejor homenaje es darles los medios para construir una sociedad mejor, digna del siglo XXI para todos. Incluso para ustedes. El mejor homenaje es votar por Madrid.
Señor Edmundo Bal. Entiendo que usted quiera lanzar un mensaje sencillo que todo el mundo entienda. Cuando usted reprocha a otros candidatos la utilización ideológica de la política está cometiendo un error de bulto. La ideología no es una palabra vacía. La ideología política es un modelo de gestión, un concepto de sociedad, un proyecto de futuro. Su partido, Ciudadanos, puede permitirse el lujo de prescindir de un amplio contenido ideológico, ya que como buenos liberales solo conocen una ideología la del dinero.
Por cierto, de la gestión de la pandemia por parte de la Sra. Ayuso, al estar en un gobierno de coalición, son ustedes tan responsables como ella. Por acción, por omisión y al igual que Vox, por mantenerla en el Gobierno de la Comunidad de Madrid. Apúntese esto último, tanto en el haber como en el debe.
A cuenta del debate entre los candidatos a la presidencia de la Comunidad de Madrid 2021
Ayer se celebró el debate de los candidatos a la presidencia de la Comunidad de Madrid que concurren el 4 de Mayo.
Señorita Isabel Díaz Ayuso. Ayer me sentí consternado. La sonrisa nerviosa y me atrevería a decir estúpida que exhibió cuando escuchó la cifra de fallecidos en Madrid por el COVID19, la inhabilita como candidata a la presidencia de la comunidad de Madrid. Independientemente de si su gestión fue correcta o no, de si la pandemia sobrevino de una manera o de otra, si se pudo haber atenuado más o menos.
Sentí vergüenza ajena por la sonrisa socarrona y prepotente de ayer contrastada con la portada de un periódico en el mes de Mayo de 2020 el la que apareces como “la dolorosa” ¿Eso es lo que somos los ciudadanos para usted? ¿Eso son nuestros fallecidos? ¿Mercaderías políticas cuyas emociones usted maneja a su antojo en beneficio propio?
Que triste. Que triste que usted sea la candidata del PP
Pablo, Pablito, Pablete. Vetón, que eres un vetón. Que no aprendes. No se puede aspirar a gobernar España sin Cataluña. Con los resultados que ha sacado el Partido Popular en Cataluña, gobernar España sería como correr una maratón sin cordones en una zapatilla. Esto es de primero de política. Porque cuando eres presidente del gobierno, eres presidente de todos los españoles. Y hoy por hoy Cataluña es España, dentro de 100 años todos calvos.
Y ten claro que, a facha, a Vox no le gana nadie. No puedes pretender ser más españolista y facha que Vox. Dedícate hacer política de centro derecha. Y si quieres te pegas por ver quién ocupa mas parte del centro con ciudadanos. Otros que tal bailan.
Entiende de una vez que este país es diverso, plural y deja de fastidiar los avances sociales en igualdad, en derechos civiles y dedícate a hacer política de centro derecha. Defiende el feminismo como lo hacen los partidos de izquierdas que no es malo. Lo contrario déjalo para Vox, déjalos que hagan lo que quieran. Ellos solos se retratan.
Deja de enfangar todo y dedícate a hacer política a no ser que lo que pretendas es pillar cacho. Que en eso tenéis tradición en el Partido Popular. Aunque pensándolo bien, si yo fuera militante del Partido Popular, te pediría que hicieras las maletas y que pase el siguiente.
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